Es por culpa de nuestra vida ajetreada y estresante que contemplamos lo “natural” como algo idílico, contrario a esa laboriosidad diaria; un lugar seguro como el útero materno en el que nada puede hacernos daño. Según esta intuición nuestra, lo “natural” es bueno y todo lo que emana de este sancta-sanctorum de la existencia también. Bueno, pues va a ser que no; obviamente natural no significa inocuo, ni seguro, ni siquiera eficaz, especialmente en lo que concierne a la medicina. La Naturaleza es en sí misma salvaje, bárbara, antagónica a nuestra ordenada sociedad. Es por ello que para aprovecharla, primero hay que domesticarla, humanizarla de la misma manera que hicimos con el fuego para no quemarnos.
Y, a pesar de que en principio la tradición garantiza si no eficacia al menos sí seguridad, la mejor herramienta que tenemos para domesticar la naturaleza no es otra que la Ciencia. Por ello a la hora de buscar medicamentos en la naturaleza es a ésta a quien debiéramos recurrir; de hecho, existen campos dedicados a ello como la etnofarmacología, que estudia el uso tradicional de las plantas medicinales para validarlos científicamente, esto es de separar el grano de la paja.
A continuación podéis encontrar una noticia recientemente publicada en Science, ejemplo del peligro de la no validación científica del uso medicinal de ciertas plantas, porque a la tradición siempre se le puede escapar una toxicidad real e insidiosa; que pasa desapercibida por no ser aguda, obvia; y que, aun así, a largo plazo resulta letal.
Dispensario típico de la medicina tradicional china
Shangai, China –
Mucha gente confía en el uso de suplementos de plantas como una forma “natural” de mejorar su salud. En China, la creencia en la medicina tradicional es tan fuerte que en las farmacias se dispensan a la vez plantas sin procesar y medicamentos modernos. Sin embargo, según dos nuevos artículos científicos, el consumo de un ingrediente de ciertos suplementos implica el mismo riesgo de cáncer que el hábito de fumar.
Estructura química de la aristoloquina
El ingrediente en cuestión es la aristoloquina (o ácido aristolóquico); un compuesto que se halla en plantas de la familia Aristolochiaceae, incluyendo a las del género Aristolochia (aristoloquia) y Asarum (jengibre silvestre), presentes en nuestra geografía. Durante siglos se ha utilizado en la medicina china (en la Grecia clásica antes que eso) para tratar la artritis y facilitar el parto, entre otras (la flor tiene forma de útero). Hoy, la aristoloquia forma parte de suplementos para la pérdida de peso, síntomas menstruales y reumatismo. En Asia se usa ampliamente, donde se añade a vinos medicinales, pomadas y complementos dietéticos. Un estudio observó que entre 1997 y 2003, a un tercio de la población de Taiwan les eran prescritos suplementos de aristoloquia por profesionales de la medicina China.
Las primeras advertencias sobre la planta emergían a principios de los 90 cuando se destapó un escándalo en el que docenas de mujeres en Bélgica la habían consumido para perder peso. Tal como publicaba The Lancet en 1993: “…muchas de las pacientes desarrollaron fallo renal grave”1.
Poco después, en las regiones rurales del Danubio los científicos descubrieron que existía una relación entre el daño renal y una partida de trigo contaminada con aristoloquia en el momento de la cosecha. En 2001, la FDA (la agencia del medicamento americana) publicó una nota de advertencia sobre el consumo de suplementos dietéticos y otros productos que contenían ácido aristolóquico, exigiendo que se interrumpiera. Hacia 2003, muchos países (incluyendo Taiwan) habían prohibido la sustancia. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) ha clasificado los compuestos derivados de la aristoloquia dentro del Grupo 1 carcinógenos, lo que significa que existe la suficiente evidencia científica como para asegurar que ésta causa cáncer en humanos y no solamente en animales.
Aristoloquia, planta tóxica usada en los suplementos vegetales
“Pero estos suplementos aún se pueden obtener a través de profesionales de la medicina China o de Internet” resalta Bin Tean Teh, un investigador de cáncer de Singapur y autor de uno de los nuevos estudios científicos publicados. Y, aunque ya existían otros estudios que relacionaban la aristoloquia con cáncer de tracto urinario superior o con enfermedad renal, solamente habían trazado el mecanismo hasta encontrar mutaciones en un único gen: el de la p53, uno de los más asociados con cáncer. “Pensé que debía de haber algo más” dice Teh, que durante mucho tiempo ha estado sorprendido por el hecho de que Taiwan (con un alto consumo de suplementos de aristoloquia) sea uno de los países con mayor incidencia conocida del mundo de cáncer de tracto urinario superior.
Para hacernos una idea más general, Teh y su equipo secuenciaron el tejido de 9 pacientes taiwaneses con este cáncer y que habían tomado aristoloquia. De otros estudios era conocido que los carcinógenos como el humo del tabaco dejan huellas genéticas específicas en el genoma de una persona (en forma de alteraciones características en las “letras” o bases nitrogenadas que forman parte del DNA, a veces denominadas errores de deletreo). Debido a que la clínica del cáncer de tracto urinario superior se manifiesta en los riñones, los investigadores utilizaron los métodos de secuenciación genética más novedosos para examinar el tejido renal canceroso y compararlo con las zonas no tumorales adyacentes. En el tejido maligno, encontraron hasta 1500 genes con mutaciones2 (un nivel incluso mayor al que se ha encontrado para el cáncer de pulmón en fumadores o el de piel en la exposición a rayos UV). “La gente siempre pensó que era un solo gen el afectado por la aristoloquia” dice Teh. “Nosotros encontramos miles”.
La huella genética de la toxicidad por aristoloquina se manifiesta como un perfil concreto de mutaciones en el DNA
Mientras tanto, otro científico del equipo que había estado estudiando el genoma de otro paciente con cáncer hepático encontró una huella genética extraordinariamente similar. A través del mismo procedimiento, el grupo observó que la aristoloquia podía ser responsable también de dicho cáncer: ¡es la primera vez que la planta se relaciona con cáncer de hígado!
El estudio es el último clavo en el ataúd de la aristoloquia, dice Steven Rozen, otro investigador del Centro Médico de la Universidad de Duke, Carolina del Norte (EEUU) y también autor del artículo. “Esta situación es clara y cristalina: estas plantas son muy peligrosas”.
En un segundo artículo, otro grupo de investigadores de EEUU y Taiwan llegó a idénticos resultados. Después de secuenciar tejido de 19 pacientes taiwaneses con cáncer de tracto urinario superior, observaron que un grupo control de pacientes con el mismo cáncer pero sin historia de uso de aristoloquia no mostraban el mismo perfil de mutaciones que el hallado en el primer estudio3.
El trabajo expone nuevas posibilidades diagnósticas, dice Marc Ladanyi, del Centro de Cáncer Memorial Sloan-Kettering de Nueva York. Algún día, la primera pista de que un paciente ha ingerido aristoloquia podría venir no del historial clínico de la persona (puede que incluso ni sea consciente de ello, como en el caso de las mujeres belgas), sino gracias a la potente huella genética que deja la planta. Si, por ejemplo, se encontrara en pacientes que vivieran en lugares sobre los que no se tenga constancia de que exista exposición a la aristoloquia, significaría que haría falta realizar campañas de salud pública.
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