Publicado el 15 de enero de 2015 por Adrián Quintero
En la gaceta del Instituto Politécnico Nacional Año LI, Vol. 17, Núm. 1128
Científicos del Instituto Politécnico Nacional (IPN) trabajan en la elaboración de un fitofármaco cicatrizante de nueva generación que proviene del extracto derivado de una planta perteneciente a la familia Escrafulariaceae, que tiene su fundamento en la etnobotánica.
La planta es originaria del municipio de Huasca de Ocampo en el estado de Hidalgo y se emplea para la curación de heridas. Al respecto, el titular del proyecto y director del Centro de Investigación en Biotecnología Aplicada (CIBA), Unidad Tlaxcala, David Guillermo Pérez Ishiwara, mencionó que los pobladores de esa región utilizan la planta como cataplasma.
En la investigación se documenta si la planta posee el efecto que la comunidad refiere, además pretende demostrar los mecanismos bioquímico, celular y molecular que inducen el proceso de cicatrización, así como determinar los metabolitos del fitofármaco responsables del efecto biológico.
El especialista dijo que el proyecto demuestra de manera precisa y clara los fundamentos químicos y biológicos de acción que tiene este fitofármaco, para después ponerlo a la venta y no quedarse en una fitoquímica tradicional.
Hacia la comercialización
Una innovación del trabajo, explicó Guillermo Pérez Ishiwara es modificar el fitofármaco mediante la nanomedicina para funcionalizarlo en una nanoestructura y potencializar lo que ofrece la medicina tradicional; es decir, acelerar el proceso de cicatrización con dosis menores del fitofármaco y otorgar un plus a un producto que no existe actualmente en el mercado.
Este proyecto se encuentra en fase experimental preclínica. El siguiente paso es realizar pruebas clínicas con pacientes, conocer su comportamiento, analizar la genotoxicidad y evaluar la bioseguridad de este producto.
El efecto cicatrizante del extracto acuoso de la planta, en la etapa in vitro, tuvo un resultado positivo al incrementar la proliferación, adhesión, migración y diferenciación celular de los fibroblastos (célula más común del tejido conjuntivo); en un modelo de lesión in vivo en piel de ratas, se demostró que aumenta tanto la contracción de la herida, la reepitelización de la piel como la formación y la orientación de los fibroblastos, e incrementa el contenido total y orientación de las fibras de colágena.
Los resultados morfométricos demostraron que el extracto acuoso de la planta acelera el cierre de la herida al menos en 72 horas en comparación con el proceso natural, reduce las heridas e incrementa la calidad de la cicatriz.
Se pudo observar histológicamente que el extracto acuoso a las dos concentraciones evaluadas disminuye el proceso de inflamación y estimula la presencia y ordenamiento de los fibroblastos; aunque es importante resaltar que a 400 mg/ml estimula la neoformación, la maduración, el ordenamiento y la alineación horizontal de las fibras de colágena.
Regula positivamente la cicatrización
El estudio realizado en el Laboratorio de Biomedicina Molecular I, de la Sección de Estudios de Posgrado e Investigación de la Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía (ENMH), arroja que este fitofármaco logra regular positivamente el proceso de cicatrización sin que la cicatriz se vuelva fibrótica o que por el contrario sea una cicatriz frágil que no permita cumplir con sus funciones mecánicas y fisiológicas.
En este proyecto multidisciplinario, dirigido por Pérez Ishiwara y Consuelo Gómez García, participan la alumna de doctorado en Biotecnología, Adriana Martínez Cuazitl, y el alumno de la ENMH, Jesús Ariel Martínez Solís.
También colaboran Virginia Sánchez Monroy, Olivia Medel Flores y Nury Pérez Hernández de la ENMH; Eduardo San Martín Martínez del Centro de Investigación en Ciencia Aplicada y Tecnología Avanzada (CICATA), Unidad Legaria; Luis Miguel Salgado del CICATA Querétaro, así como Marlon Rojas López, Raúl Delgado y Erick Ocaranza Sánchez, del CIBA Tlaxcala.
Asimismo, se cuenta con la colaboración y apoyo del área de patología del Hospital General de Tláhuac, dirigido por Mario García Solís, y de Elizabeth Pérez, del Hospital “Dr. Victorio de la Fuente Narváez” del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Cabe destacar que este estudio ha generado varias tesis de licenciatura, maestría y doctorado.
Los recursos económicos para desarrollar esta investigación fueron proporcionados por el entonces Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal, ahora Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación (SECITI); el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), y la Secretaría de Investigación y Posgrado del IPN.
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