Tal vez algunas personas le quiten demasiada importancia a las apariencias. Y aunque es cierto que éstas, a veces, engañan, también es verdad que dicen mucho de nosotros, y de cuanto nos rodea.
Nos guste o no, hay un hecho innegable, y es que durante cientos de millones de años los individuos de las distintas especies animales se han elegido para aparearse basándose en las apariencias. Algo que incluye, asimismo, a los miembros de la especie humana. Y es que más allá de las razones estéticas, la apariencia de un ser vivo también aporta información clave, como su grado de salud o su fuerza. Factores que se tienen muy en cuenta antes de iniciar una aproximación para el apareamiento.
Igualmente, cuando las personas elegimos algo que va a formar parte de nuestra vida, en lo primero que nos fijamos es en su apariencia. Ya sea una bici, un coche, un abrigo, un sofá para el salón, un reloj, un teléfono móvil, unas cortinas para el dormitorio, una casa o una pareja, no nos da igual la apariencia que tenga. Podremos decir, si hablamos de personas, que la apariencia no lo es todo, que el interior cuenta mucho, sí, pero la apariencia de esa persona, consciente o inconscientemente, nos influye, y no nos deja indiferentes.
Imaginad por un momento que estáis buscando una canguro para que cuide de vuestro hijo pequeño. Una candidata se pone en contacto telefónico con vosotros, de tal modo que charlando con ella os parece muy adecuada y encantadora, ¿pero cerrarías un trato con ella y la citaríais para cuidar del crío sin haberla visto cara a cara primero? Seguro que no. Yo, al menos, no dejaría mi hijo en manos de una persona que no me causara, al verla, una buena impresión. Y la impresión que nos transmite alguien siempre es a través del cara a cara.
A la hora de comer, nuestro cerebro se rige por un patrón psicológico muy similar, y el apetito que podamos experimentar en un momento dado podrá incrementarse o desaparecer en función de la apariencia del plato que tengamos delante.
Por ejemplo, si hablamos de una sopa de avena, ¿os da igual una que otra?
Fijaos que no existe una diferencia abismal entre ambas, pero el plato de la derecha, simplemente, posee algunas verduras en juliana, un poco de cebolla roja y hojas frescas a modo de adorno. Y eso ya le confiere una apariencia mucho mejor que el de la izquierda. Una diferencia que nota el cerebro y que ya determina una respuesta inmediata en nuestras papilas gustativas.
Aquí, a la izquierda, tenemos una típica ensalada valenciana sin mucha gracia, y a la derecha, contrapuesta, una muy simple ensalada de hojas y flores que no tiene ninguna complicación y que sin embargo resulta tremendamente atractiva a la vista por su colorido:
Los adultos, producto de nuestra madurez y de nuestra experiencia, podemos afrontar ciertas situaciones de una forma más práctica que un niño, trascendiendo, incluso, las apariencias, pero para un crío éstas son muy importantes. Sobre todo, a la hora de comer.
A continuación, vamos a ver algunos ejemplos muy ingeniosos que resuelven de forma creativa el reto que puede suponer que un crío coma según qué cosas:
Además de que estos alimentos les van a entrar enseguida por los ojos, estoy seguro que más de un crío estaría por la labor de implicarse en su preparación, como si fuera un juego, con lo cual ya se les enseña de pequeños a asumir responsabilidades, a colaborar en las tareas domésticas y a elaborar una comida de forma creativa, algo que les encanta a los niños.
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