Por Patricia López en la Gaceta de la UNAM Núm. 4, 587
Fungifree ABMR, biofungicida creado por Enrique Galindo Fentanes y Leobardo Serrano Carreón en el Instituto de Biotecnología, para evitar la antracnosis en los mangos, fue reconocido por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) como uno de los tres principales logros biotecnológicos de América Latina desarrollados en 2012.
El organismo público, con sede en Costa Rica, ponderó las ventajas del biofungicida biológico, que inhibe –con el uso de una bacteria proveniente del follaje de la planta de mango– el desarrollo de un hongo que genera manchas negras y acelera la descomposición de los frutos.
Con la bacteria Bacillus subtilis, que actúa como antagonista del hongo Colletotrichum gloeosporioides, se impide que éste genere en los mangos las manchas negras características de la antracnosis. Así, se sustituye el uso de productos químicos altamente tóxicos y dañinos para el ambiente, que dejan residuos en el fruto y limitan su capacidad de exportación.
El producto orgánico y sustentable es el primero en su tipo desarrollado totalmente en el país y desde noviembre de 2012 se comercializa en el campo nacional, mediante una alianza estratégica entre Agro&Biotecnia y la empresa FMC Agroquímica de México, principalmente en los estados de la costa del Pacífico mexicano.
Otros cultivos
Patentado en México y con presencia ampliada, Fungifree ABMR también previene y controla la antracnosis en los cultivos de aguacate, papaya, limón, naranja y toronja, cuyos principales productores son los estados de Michoacán, Yucatán, Veracruz y Colima.
Recientemente, el biofungicida también ha sido aprobado para su uso en el control de la enfermedad llamada cenicilla en solanáceas (berenjena, chile, jitomate, tomate) y en cucurbitáceas (calabaza, calabacita, melón, pepino, sandía), lo que lo hace ser el producto biológico de mayor espectro en el mercado.
“El reconocimiento es del IICA, que realiza una evaluación anual de las tendencias tecnológicas internacionales y en su reunión periódica determina los aportes que, a su juicio, son los más importantes. Éste correspondió a 2012 porque el producto salió al mercado en noviembre de ese año”, relató Galindo.
Amplían su mercado
En el campo mexicano, el biofungicida ha logrado aumentar tanto el volumen de ventas entre los agricultores como el número de cultivos en que se aplica, comentó Serrano.
“Contábamos en 2012 con registro y permiso de comercialización sólo para el control de antracnosis en mango. De entonces a la fecha hemos obtenido el registro para su uso también en el control de la misma enfermedad en aguacate, papaya y cítricos, lo que permitió que el producto tuviera un primer año fiscal (2013) que cumplió con las expectativas de la empresa Agro&Biotecnia, que establecimos para pasar del laboratorio al mercado”, destacó.
Desde hace un par de años, Galindo y Serrano tramitan patentes internacionales para proteger el producto en Brasil, Estados Unidos y Ecuador.
“En la nación carioca tenemos muchas expectativas, es un mercado inmenso, de un orden de magnitud más grande que el mexicano. Sus registros son muy rigurosos; nos tomará dos o tres años conseguirlos, pero nos abrirá un gran potencial”, apuntó Galindo.
Científicos y empresarios
Tras 12 años de trabajo en laboratorio, los universitarios iniciaron en 2008 su aventura empresarial (al fundar Agro&Biotecnia) para llevar su producto científico (cuya comercialización inició en 2012) a la solución de problemas reales en el campo.
“Ser científico y empresario ha sido una experiencia enriquecedora. Permite no sólo quedarse en la parte técnica, sino además entrar de lleno en la regulatoria y comercial, donde uno adquiere una perspectiva global del desarrollo de un producto”, dijo Serrano.
La ciencia básica es esencial para que un producto sea exitoso, pero es parte de un proceso en el que, si las demás fases se minimizan, ocurre un problema para llevar el avance tecnológico al mercado. “Esta experiencia nos da una capacidad de respuesta y de desarrollo más rápida, estamos conscientes de los criterios y cuellos de botella que hay en el camino, más allá de las dificultades técnicas”, consideró.
Por su parte, Galindo señaló que ser científico y empresario ofrece una visión más amplia. “Ha sido especialmente reconfortante recibir noticias como ésta. Fue algo inesperado y estimulante saber que nuestro producto es evaluado por terceros”.
Mencionó que una gran satisfacción de su experiencia empresarial es dar respuesta a contratiempos reales. “Nos llaman los productores para usar un biofungicida y es muy satisfactorio responder que tenemos uno en el mercado para resolver su asunto”.
Hoy en día, Galindo y Serrano, junto con Carlos Roberto Gutiérrez, su otro socio en Agro&Biotecnia, combinan su labor en el Instituto de Biotecnología y en la empresa en torno al desarrollo de nueve prototipos para productos que podrían ser comercializables en un año.
“Actualmente en proceso, están ideados para el control de enfermedades en cultivos agrícolas, que son de gran impacto económico y social. Son nueve candidatos con potencial de convertirse en productos, pero aún no sabemos si todos llegarán al mercado”, adelantó Serrano.
Nueva generación
Lo importante, concluyó Galindo, es que se trabaja en una nueva generación de productos de control biológico de fitopatógenos, que son biológicos, orgánicos y sustentables, y permitirán controlar enfermedades agrícolas de distinta índole desde una perspectiva ambiental.
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