Por Rafael López en la Gaceta de la UNAM Núm. 4, 738
En la lucha contra las enfermedades infecciosas, académicos del Instituto de Investigaciones Biomédicas aislaron un grupo de bacterias con capacidades antibióticas, antitumorales y parasiticidas de las plantas magnolia (Magnolia dealbata Zucc.) y cuachalalate (Amphipterygium adstringens). Al mismo tiempo, descubrieron que algunos de los microorganismos de esos vegetales utilizados por la medicina tradicional producen no sólo un principio activo, sino también 10 compuestos que podrían no haber sido descritos por la ciencia.
Los especialistas, encabezados por Sergio Sánchez Esquivel, se han dedicado a estudiar las bacterias asociadas a la magnolia –árbol ornamental en peligro de extinción por la pérdida de su hábitat– y al cuachalalate con el objetivo de hallar sustancias con propiedades farmacológicas que permitan atacar males infecciosos, sobre todo aquellos que han surgido recientemente y para los que aún no hay tratamientos apropiados.
Contra el Trypanosoma cruzi
El primer paso consistió en localizar y caracterizar unos microorganismos llamados endófitos, porque viven dentro de las plantas; posteriormente, los investigadores lograron aislar varias bacterias del árbol de la magnolia y del cuachalalate. “De la primera fueron aquellas con capacidad para producir compuestos bioactivos que han resultado efectivos contra el parásito Trypanosoma cruzi, causante de la enfermedad de Chagas, común en el sureste del país, especialmente en Chiapas”, indicó Sánchez Esquivel.
En tanto de la segunda, los universitarios efectuaron el mismo procedimiento, sólo que en este caso aislaron cuatro actinobacterias, grupo que incluye a los principales productores de compuestos farmacéuticos con actividad antibiótica, antitumoral, parasiticida y herbicida. “Ésas (también conocidas como actinomicetos) poseen una actividad antitumoral eficiente y probada contra líneas celulares de cáncer de mama y cervicouterino, en colaboración con el grupo de Leticia Rocha Zavaleta, del mismo Instituto, que estudia diferentes tipos de neoplasias.”
Por otro lado, Sánchez Esquivel y sus colaboradores fueron invitados a ingresar en el programa de indagación multidisciplinaria de la UNAM Nuevas Alternativas de Tratamiento para las Enfermedades Infecciosas (NUATEI), relacionado con la búsqueda de compuestos bioactivos para contrarrestar la amibiasis y la tuberculosis, lo que prueba los alcances del trabajo que se desarrolla en su laboratorio.
Para realizar este tipo de investigación, los científicos cuentan con un espacio equipado con tecnología de punta y una metodología de frontera. Además, dos especialistas se encargan de aplicar los recursos de la minería genómica al utilizar los genomas completos de actinobacterias que han mostrado propiedades farmacéuticas potenciales. “Una vez secuenciados, se detectaron los grupos genéticos involucrados en la síntesis de estos compuestos. Para nuestra sorpresa contienen, en conjunto, cerca de 50 rutas diferentes, con lo que se nos planteó la pregunta: ¿cuál identificar?”
Según Sánchez Esquivel, estas actinobacterias no producen de manera simultánea el medio centenar referido. “Todo dependerá de las condiciones en que se encuentren”, señaló. Los universitarios saben que aquellas que han sido estudiadas poseen actividad antibiótica o antitumoral, pero también –y esto es lo más novedoso– 10 compuestos que quizá nunca antes fueron descritos. “Ningún otro laboratorio del orbe tiene estos microorganismos, lo que abre un panorama inmenso para detectar compuestos de interés farmacéutico potencial”.
Hospedero heterólogo
En la producción específica de los compuestos seleccionados, otra vertiente de análisis se dirige a utilizar un hospedero heterólogo (diferente de la bacteria productora), que puede ser de la misma especie o de otra, y que previamente ha sido manipulado genéticamente para lograr sólo la sustancia deseada. “El proceso de expresión heteróloga consiste en separar una región del cromosoma e introducirla en otro hospedero. Éste puede crecer y reproducirse, pues tiene toda la información genética para ello, pero no va a crear ningún otro antibiótico o antitumoral que no sea el que se agregue”, apuntó.
Después de reportar con éxito este hallazgo se abre un largo periodo para elaborar productos farmacéuticos. “Esperemos que en los próximos tres años podamos concretar los primeros y, de este modo, generar conocimiento y preparar recursos humanos”, finalizó.
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