MSC. SUNSHINE FLORIO DE REAL - 25/03/2015
En primer lugar, definimos biodiversidad ó diversidad biológica como la variedad de la vida. Abarca un sin número de especies de plantas, animales que viven en un determinado lugar y su interacción con el ecosistema. Igualmente, abarca su variabilidad inter e intragenética y los procesos ecológicos y evolutivos que se dan a nivel de los genes, especies, ecosistemas (terrestres y acuáticos) y paisajes (Florio et al., 2014).
La gran biodiversidad es el resultado de la evolución de la vida a través de millones de años, donde cada organismo tiene su forma particular de vida, la cual está en perfecta relación y armonía con el medio que habita (Florio et al., 2014). Es indudable el papel protagónico que ha tenido, tiene y tendrá la diversidad biológica para la permanencia de la especie humana en las diferentes regiones del planeta tierra (MPPA, 2010; Giraldo, 2006).
La falta de biodiversidad convierte en muy vulnerables a nuestros cultivos frente a plagas, enfermedades o nuevas situaciones de estrés ambiental como el cambio climático. La desaparición de conocimientos tradicionales o ancestrales nos impide revalorizar o aprovechar adecuadamente las variedades y razas aún existentes y hace caer en el olvido prácticas sustentables muy necesarias para una agricultura no adicta al uso del petróleo y sus derivados (Tamasauskas, C. comunicación personal, 2013).
En Venezuela, las terrazas y los balcones se han convertido en huertos familiares urbanos y periurbanos. Representan una opción para el autoabastecimiento de alimentos saludables producidos a través de agricultura ecológica, libre de aplicaciones de agrotóxicos para el control de insectos plagas, enfermedades en los cultivos, incidencia de malezas, incrementar la diversidad biológica de plantas y microorganismos del suelo; entre otros (Florio et al., 2014).
Se caracterizan por su producción de cultivos al aire libre, en espacios en desuso, bien iluminados empleando maceteros de plástico ó metálicos (envases de refresco, pinturas, aceite, mantecas, lubricantes, entre otros), arcilla, adobe, materiales de desecho (reciclaje), cauchos, madera (paletas), jardineras elaboradas con bloques y concreto, ladrillos. Son de varios tamaños y con diferentes tipos de sustratos y plantas; pueden ubicarse vertical u horizontalmente, dependiendo del espacio con el que se cuente la producción. Lo más importante es que representan un modelo de producción de alimentos con la integración social.
Numerosas familias se han organizado para cultivar huertos compartidos como una forma de cooperación y de corresponsabilidad con su entorno. La proliferación de distintos tipos de nuevos huertos urbanos y periurbanos nos muestra las posibilidades formativas y educacionales, de conservación de la cultura y la biodiversidad, de participación ciudadana, de encuentro intergeneracional, entre otros aspectos (Florio et al., 2014).
Aspectos generales que se deben considerar a la hora de establecer un huerto en balcón o terraza (Recomendaciones propias):
Espacio físico y ubicación: Es decir, el tamaño de la superficie con la que se cuenta para el establecimiento del huerto. Igualmente, se debe considerar la incidencia de la luz solar (horas efectivas de luz y sombra); ya que muchas de las plantas hortícolas que se acostumbran a establecer son altamente demandantes de luz para favorecer su crecimiento y desarrollo.
Materiales a emplear: Podemos hacer uso de materiales ya existentes en la zona o sencillamente emplear productos de reciclaje.
Obtención de las semillas: Se recomienda que las semillas sean obtenidas de cultivos autóctonos y producidos a nivel artesanal, y así garantizar una alta adaptabilidad de estos con el ecosistema.
Uso de policultivos, asociación y alta densidad de plantación: Es decir, sembrar varias especies de plantas; esto con la finalidad de romper con el ciclo biológico de los organismos plagas y causantes de enfermedades en los cultivos. Igualmente, se favorece la simbiosis entre las plantas.
Sustratos a emplear: Deben ser de fácil acceso y preparación; por lo que en la mayoría de los casos, representan fuentes orgánicas, como humus de lombriz, tierra abonada, residuos y compost (cáscaras de huevos, conchas de frutas, restos de hortalizas, verduras y legumbres, hojarascas, etc), bioles, . Se debe favorecer la actividad biológica de las lombrices y de los microorganismos del suelo.
Riego y fertilización: Depende de la época del año, condiciones edafoclimáticas, edad fenológica y de los requerimientos de cada planta. Se recomienda que el riego se lleve a cabo a través de mangueras localizadas, botellas plásticas con orificios, etc. La fertilización debe realizarse a través de abonos orgánicos (ejemplo Bocashi, humus líquido y sólido, etc).
Rotación de los cultivos: Representa la renovación del huerto, ya que las plantas tienen diferentes ciclos de vida.
Control biológico de insectos plagas y/o enfermedades: A través del uso de organismos antagonistas, entomopatógenos y entomofagos; caldos (microbiológicos, bordelés y sulfocálcicos), purines, usos de platos trampas atrayentes, plantas aromáticas y/o repelentes, plantas medicinales, entre otros.
Referencias bibliográficas:
Florio, S., E. Florio., J. Florio. y C. Tamasauskas. 2014. Carteles de trabajos científico-técnicos presentados en el V Congreso Venezolano de Diversidad Biológica. 21 al 26 de Julio. Maracaibo, Zulia, Venezuela.
Giraldo, D. 2006. Que buena idea. Diversidad biológica para jóvenes. Fundación Instituto de Estudios Avanzados (IDEA). Biociencias: Pasado, presente y futuro. Cuaderno N° 2. Caracas, Venezuela. 126 p.
MPPA (Ministerio del Poder Popular para el Ambiente). 2010. Estrategia Nacional para la Conservación de la Diversidad Biológica de la República Bolivariana de Venezuela. Enmarcada en el Proyecto Nacional Simón Bolívar. Caracas, Venezuela. 52 p.
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