quinta-feira, 14 de novembro de 2013

El controvertido peyote

Mariana Rojas Aréchiga 

A lo largo de su historia, el hombre ha empleado un sinnúmero de plantas paradiferentes usos: alimenticio, medicinal, ornamental y albergue, en­tre otros. De esta manera, la curiosidad del hombre por explorar en lo pro­fundo de la mente y el espíritu, llevó a que las plantas alucinógenas hayan sido ampliamente utilizadas en la me­ditación, cura y adivinación por diver­sas culturas en todo el mundo.

Apoyándose en la evidencia de que en algunas piezas arqueológicas de ha­ce 2 000 años, encontradas en Colima, pueden reconocerse algunas plantas alucinógenas, entre ellas al peyote, el antropólogo estadounidense Weston La Barre sostiene que algunas de estas plantas ya se utilizaban en la Edad de Bronce. Sin embargo, el etnólogo da­nés Carl Lumholtz —quien realizó los primeros estudios sobre la cultura de los indígenas de Chihuahua—, estima que el culto al peyote es aún más an­ti­guo, indicando que su empleo se re­mon­ta a más de 7 000 años, pues se han encontrado restos de esta planta que datan de esa edad. México representa el país más rico del mundo respecto a la diversidad de alucinógenos y al uso que de ellos han hecho diver­sos pueblos indígenas. Indudablemen­te el peyote y el hongo —éste último co­nocido como teonanacatl, “la carne de los dioses”, por los mexicas—, son los alucinógenos sagrados más impor­tantes. La civilización mexica tenía un gran conocimiento sobre el uso de las plantas y utilizaba una gran variedad de ellas con fines medicinales; tal era el caso de varias especies de cactus, en­tre ellas el peyote, el tabaco, el to­loa­che y algunos hongos. Desde épocas prehispánicas, los indígenas han considerado el peyote como planta di­vina que les confiere una serie de be­ne­ficios entre los cuales se encuentran curar enfermedades, tener buenas cosechas, predecir el futuro y ser vale­rosos en las batallas, además de trans­ferirles poderes telepáticos.

Durante la Conquista, la civilización mexica horrorizó a la sociedad ca­tólica del siglo XVI en lo que al uso de plantas y sacrificios humanos se refie­re. Estas plantas fueron vistas como ma­lignas y diabólicas por lo que se hizo una destrucción sistemática de su amplio conocimiento etnobotánico. En 1571 la Inquisición llegó a México y pa­ra 1620 fue oficialmente declarado que el uso del peyote era un culto satá­nico y se prohibió terminantemente. No obstante, a pesar de la prohibición católica, que continuó hasta el siglo xviii, algunos líderes de la Iglesia tra­ta­ron de juntarse con grupos indígenas en ceremonias religiosas y curati­vas. Ejemplo de ello es la misión denomi­na­da El Santo de Jesús Peyotes, en Coa­huila. Incluso actualmente, algunos in­dígenas mexicanos practican una mez­cla inusual entre catolicismo y pe­yotismo, en el cual el sacerdote cató­li­co también hace el papel de curande­ro durante el ritual en el cual se consume peyote.

A pesar de que se hizo una destruc­ción masiva de toda la cultura botáni­ca mexica, el conocimiento de algunas plantas pudo rescatarse gracias a cronistas y médicos españoles interesados en el tema. Así, aparentemente la primera referencia al peyote se hizo en La historia general de las cosas de la Nueva España por el cronista español fray Bernardino de Sahagún, quien vi­vió gran parte de su vida entre indíge­nas mexicanos, pero cuya obra no fue publicada sino hasta el siglo xix, por lo que generalmente se le otorga el crédito al médico Juan de Cárdenas. En es­te manuscrito, en la sección que ha­bla sobre plantas medicinales, se des­cribe una raíz a la que llamaban peyotl —que en náhuatl se refiere a una ­planta con raíz blanca tuberosa—, y se dice que aquellos que la comían o bebían no ne­cesitaban vino. La primera descrip­ción completa del peyote se men­cio­na en un tratado de hierbas mexicanas llamado De historia plantarum Novae Hispaniae, escrito por Francisco Hernández, quien fuera médico particular del Rey Felipe II de España y que pa­só cinco años recopilando informa­ción botánica de aproximadamente 300 plantas en latín, español y náhuatl. Él distinguió dos tipos de peyotl: xochi­milcensi y zacatecensi, donde aparente­mente sólo el segundo es el verdadero peyote. Probablemente, una de las pri­meras descripciones médicas más importantes acerca de los efectos del pe­yote es la de Juan de Cárdenas, cuyo trabajo se publicó en 1591 bajo el tí­tulo Problemas y secretos maravillosos de las Indias, donde en un capítulo des­cribe la diferencia de los efectos del pe­yotl en el cuerpo y la mente.

A pesar de que la presencia de com­puestos alcaloides con poderes alu­cinógenos es muy común entre las cac­táceas, la gran mayoría de los estu­dios se han centrado en el peyote. El bo­tá­nico Richard Schultes y el quími­co Al­bert Hoffmann denominaron al pe­yo­te, junto con otras plantas entre las que se pueden mencionar varios ti­pos de hongos, al toloache y a la ma­ri­gua­na, “las plantas de los dioses”, por los usos medicinales y terapéuticos que ofrecen y por las ceremonias reli­giosas que se hacían en torno a algunas de ellas.

El peyote ha sido utilizado en el Nue­vo Mundo desde hace al menos 2 000 años, llegando a ser una parte in­tegral de la cultura de cada pueblo de­bido a sus poderes curativos y por su capacidad para inducir visiones. En la actualidad, esta planta es sagrada para varios pueblos indígenas de México, particularmente para los tarahumaras y para los huicholes quienes le llaman híkuri o jículi. Los huicholes conservan y practican una ancestral ceremo­nia: recorren cientos de kilómetros para llegar a Wirikuta, San Luis Potosí, que es la tierra sagrada del peyote y, se­gún ellos, el centro del mundo. En es­ta peregrinación los huicholes iden­tifican al peyote con el venado y emprenden una cacería para obtenerlo. Debido a que esta planta tiene una am­plia distribución en México, proba­blemente sus propiedades alucinógenas fueron descubiertas de manera in­dependiente por varios pueblos.

Sus nombres…

El peyote, cuyo nombre científico es Lo­phophora williamsii (Lemaire ex Salm-Dyck) J.M. Coulter, tiene varios nom­bres comunes en diferentes idiomas, entre los que podemos mencionar: pe­yote, peyotl, challote, devil´s root, cactus pudding, raíz del diablo, mescal, botón de mescal, peote, piote, tuna de tierra, whiskey cactus.

Los diversos estudios de índole bo­tánica, farmacológica y química rea­li­zados con esta planta condujeron a se­rios problemas taxonómicos que fue­ron resueltos poco a poco con estudios de campo. El botánico francés Charles Le­maire fue el primero en publicar un nom­bre botánico para el peyo­te, pero desafortunadamente el nombre utili­za­do por Lemaire —Echinocactus wil­liam­­sii— que apareció en 1845 en un ca­tálogo hortícola, carecía de descrip­ción e ilustración. De este modo, el prín­cipe Joseph Salm-Dyck, otro bo­tá­nico europeo, realizó una breve des­crip­ción en latín de la planta (sin ilus­tración) para validar el binomio usado por Lemaire. Así, la primera ilustración de un peyote apareció hasta 1847, en la revista Curtis´ Botanical Maga­zine. En 1894, John Coulter realizó un estu­dio taxonómico del peyote y describió al género Lophophora. Edward F. An­der­son designó en 1969 como neotipo un espécimen proveniente de San Luis Potosí (E. williamsii).

Muchas otras especies de cactáceas han sido nombradas también como pe­yote o peyotillo, algunas porque también contienen alcaloides y otras por cierta similitud morfológica. Estas es­pecies son, entre otras: Ariocarpus aga­voides, A. fissuratus, A. kotschoubeya­nus, A. retusus, Astrophytum asterias, A. capricorne, A. myriostigma, Aztekium rit­teri, Mammillaria longimamma, M. pec­tinifera, Obregonia denegrii, Pelecy­­pho­ra aselliformis, Strombocactus dis­ci­formis y Turbinicarpus pseudopecti­natus.

…y usos

Uno de los principales usos entre los indígenas de México y los indios de Nor­teamérica es el terapéutico, lo cual explica en gran medida la disemi­na­ción del peyotismo de México a Es­ta­dos Unidos. Por su valor para inducir alucinaciones, el peyote se convirtió en la medicina más potente para ahu­yentar el mal o las influencias sobrena­turales. Edward Palmer, quien realizó extensas investigaciones botánicas en México durante el siglo xix, reportó que el peyote se utilizaba como un re­medio para la fiebre, para incrementar la lactancia, para calmar dolores de la espalda y para inducir un sueño re­parador. También se utilizaba conjun­ta­mente con otras plantas para aliviar enfermedades más graves. Wendell C. Bennett, Robert M. Zingg y Robert Bye, en su estudio de la cultura tarahu­mara, describen que el peyote es utili­zado para curar enfermedades como el reumatismo, para tratar mordeduras de serpientes y alacranes y para aliviar contusiones. Bye describe que el peyo­te permite al chamán ayudar al alivio de su paciente.

Los indígenas de México utilizan el peyote principalmente para proteger­se de enfermedades, esto es, para crear una barrera de tal manera que cualquier influencia maligna no tenga efec­to sobre ellos. Por lo contrario, los in­dios de Norteamérica utilizan el pe­yote para tratar a la persona enferma, para purgarla de lo que le está causando la enfermedad.

Su farmacología…

El primer reporte de presencia de al­ca­loides en el peyote fue realizado por Louis Lewin, farmacólogo alemán, de ahí que uno de los primeros nombres, sin validez botánica, que se le dio al pe­yote fue Anhalonium lewinii, aunque el descubridor de uno de los alcaloides (anhalonina) fue John R. Briggs, un mé­dico estadounidense que escribió acer­ca de sus efectos en 1887, desatán­dose así el boom del peyote. En muchos estudios farmacológicos posteriores se describieron los diversos efectos de sus alcaloides. Arthur Heffter, otro far­macólogo alemán, descubrió un alca­loi­de más, al que denominó pellotina; asimismo logró identificar otros tres al­caloides y determinó que uno de ellos, la mescalina, era el principal agen­te psi­coactivo del peyote. Éste fue el pri­mer compuesto alucinógeno quí­mi­ca­men­te identificado por el químico aus­triaco Ernst Spath. A la fecha, más de 55 diferentes sustancias alcaloides han sido aisladas y caracterizadas en el peyote y también descritos sus efec­tos. El principal alucinógeno es la mes­calina que actúa directamente sobre el sistema nervioso central y es la que pro­voca las alucinaciones básicamen­te visuales, aunque también pueden ex­perimentarse alucinaciones auditivas, olfativas, táctiles y gustativas. Por sus propiedades psicoactivas, la mescalina fue la primera sustancia alucinó­gena en utilizarse en estudios psiquiá­tricos principalmente para el estudio de la esquizofrenia.

Muchas otras especies de cactáceas contienen un gran número de sus­tan­cias alcaloides, pero ninguna de ellas tie­ne tanta historia y magia alrededor como el peyote.

…y su biología

El peyote se distribuye desde el sur de Texas hasta San Luis Potosí, Zacatecas, Tamaulipas, Nuevo León, Coa­hui­la y Chi­huahua. Puede confundirse con mu­chas otras especies de cactus que lle­van como nombre común peyote o peyotillo, pero el verdadero peyote es inconfundible por su color verde azu­lado y porque carece de espinas. El gé­nero comprende otra especie endémi­ca de los estados de Querétaro, Hi­dalgo y San Luis Potosí —Lophophora diffusa (Croizat) H. Bravo— que, debido a su res­tringida distribución, se considera una especie amenazada. Aunque tam­bién es comúnmente llamada peyote, ésta difiere morfológica y químicamen­te de L. williamsii, misma que hoy día se encuentra bajo la categoría de pro­tec­ción especial, según la Norma Eco­lógica de México.

Acerca de Lophophora williamsii exis­ten pocos estudios ecológicos. Al­gunos trabajos efectuados en diferen­tes sitios de estudio señalan que un gran porcentaje de individuos se encuen­tran asociados con alguna planta nodri­za, entre las que podemos citar algunos nopales, agaves y la gobernadora. Este conocido fenómeno de nodricismo se ha reportado para un gran núme­ro de cactáceas, en el cual se favorece la germinación y el establecimiento por determinadas condiciones micro­climáticas.

Particularmente entre las pobla­cio­nes del desierto potosino se hallan po­blaciones perturbadas y con bajos ni­ve­les de reclutamiento debido, sobre todo, a un aumento en la actividad agrí­cola y la sobrecolecta. Asimismo, en el desierto de Real de Catorce, en San Luis Potosí, la distribución de L. williamsii se ha reducido drásticamen­te en los últimos 30 años, dejando frag­mentos aislados. En un estudio realizado en Cuatrociénegas, Coahuila, se en­contró una población en equilibrio, sin embargo no se observaron individuos menores a dos centímetros, lo que podría significar que no hubo esta­blecimiento al menos en los dos años an­teriores y que dicha población pue­de encontrarse en riesgo.

Por su parte, los estudios de ger­mi­nación muestran porcentajes bajos (14%) y otros más altos (64%); sin em­bargo, en ambos trabajos las semillas de mayor edad presentan menores por­centajes de germinación, lo cual im­pli­ca que posiblemente pierden viabi­lidad en corto tiempo, en contraste con otras semillas de cactáceas que mantie­nen su viabilidad por varios años. En una investigación realizada con semi­llas provenientes de San Luis Potosí se mencionan dos tipos de semillas que tie­nen diferente germinabilidad en fun­ción de su tamaño. En este tra­ba­jo a las semillas se les aplicaron di­fe­ren­­­tes tratamientos germinativos ob­te­nien­­do con ello porcentajes de ger­mi­­na­ción distintos, el más alto de casi 75%. En el laboratorio, yo he obtenido, a 25°C, una germinación de apro­xi­ma­­damente 60% bajo luz blanca y 0% en oscuridad.

Su presencia en la literatura

Esta planta mágica no sólo ha obse­sio­­nado a científicos, sino que durante di­­ferentes periodos ha inspirado a es­­critores, entre los que destacan Carlos Castaneda, quien escribió una serie de libros en torno a su aprendizaje res­­pec­to al uso del peyote en Sonora, sien­­do el primero de esta serie Las en­se­ñan­zas de Don Juan, 1968; Aldous Hux­ley, autor de Las puertas de la per­cepción, 1954; y Cie­lo e infierno, 1955; Fernando Benítez, quien narra la ceremonia de peregri­nación a Wirikuta, el lugar sagrado de los huicholes en En la tierra mágica del peyote, 1968; y Ramón Mata Torres, quien describe la leyenda huichola so­bre la creación del peyote en Los pe­yoteros, 1976. Particu­larmente Carlos Castaneda y Aldous Huxley describen en sus obras literarias las experien­cias vividas al consumir esta cactácea. Huxley menciona que uno de los ma­yores problemas al tra­tar de describir una experiencia con el peyote es la di­ficultad para co­mu­ni­car lo que se experimenta ya que el alu­cinó­ge­no causa una desorien­tación de todos los sentidos y la per­cepción del tiempo y el espacio se dis­torsiona enorme­mente.

En el transcurso de esta lectura hemos podido darnos cuenta de la im­por­tan­cia que esta planta ha tenido pa­ra botánicos, ecólogos, farmacólogos, quí­micos, médicos psiquiatras, etnólo­gos, psicólogos y escritores. Creo que pocas plantas han llamado tanto la aten­ción desde tan diversos enfoques como el peyote. Su valor etnobotánico es incuestionable, desde tiempos re­mo­tos hasta la fecha ha sido parte me­dular de rituales religiosos entre diver­sos pueblos indígenas de México.

Desafortunadamente, el interés en el uso del peyote como alucinógeno se ha incrementado y esto ha llevado a que en algunos sitios las poblaciones estén diezmadas debido a una presión de sobrecolecta. Es urgente la genera­ción de estudios demográficos en las po­blaciones no estudiadas con el obje­to de proveer información para deter­minar el estado de conservación de es­ta especie en cada una de sus pobla­ciones naturales y, con ello, tomar las medidas que conlleven a su protección ex situ e in situ.

Desde otro punto de vista, el culto al peyote es un tesoro antropológico por lo que deben duplicarse los esfuer­zos por conservar las ceremonias y ri­tuales en torno al peyote, cuyo único ob­jetivo debe ser su uso curativo y vi­sionario dentro de un ritual y nunca de­berá adquirir un valor comercial.

Por fortuna, en México y Estados Uni­dos la colecta, posesión y consumo del peyote sólo están legalmente auto­rizados para ciertos pueblos indígenas como los huicholes, tarahumaras y coras.

Una alternativa para la conservación de esta especie puede ser impul­sar proyectos de propagación in vitro o por semilla realizados por la gente de la región mediante una venta con­tro­la­da. De esta manera, se reduciría la pre­sión de colecta en las poblaciones natu­rales, ya que al ser ilegal su recolección, los precios que las plantas de esta es­pe­cie pueden alcanzar en el mercado negro, principalmente en el extranje­ro, son exorbitantes. 

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