24 octubre, 2013
Es muy común encontrar en el mundo de la Nutrición estudios que relacionen el consumo de un alimento o la ingesta de nutrientes con un efecto para la salud. Aún así, los condicionantes que determinan nuestro estado final de salud son mucho más complejos, por lo que debemos andar con pies de plomo antes de atribuir propiedades espectaculares a un sólo alimento o acción aislada.
Si relativizamos, es fácil comprender cómo el simple consumo de un alimento se diluye entre todo el conjunto de la dieta, más aún si tenemos en cuenta el resto de factores genéticos y ambientales de cada individuo.
Es como si al final nos acabásemos preguntando “¿Qué tiene que ver que yo coma cada día tomates con la prevención del cáncer?”. A bote pronto podríamos decir “nada”, pero ese tomate unido a otras muchas variables sí que pueden condicionar un efecto final como es “enfermar o no”.
Esta introducción la hago para presentar la “paradoja francesa”, este término se le atribuye al irlandés Samuel Black, un cardiólogo que a finales del siglo XIX vio que la incidencia de accidentes cardiovasculares en Francia era menor que en Irlanda. Resultados que resultan sorprendentes en un país con un alto consumo de grasa en una época donde este nutriente estaba en el punto de mira como una las causas de estas afecciones
A esta observación se le unen los artículos que a finales de los 80 empiezan a publicarse sobre este fenómeno, que señalan que en Francia, a pesar de tener un alto consumo de grasa, no sufren tanto las enfermedades cardiovasculares. En esos estudios se apuntaba al vino como un factor a tener en cuenta, ya que el nivel promedio de consumo de alcohol en Francia era muy alto.
Destaca en especial a finales de los 90 el artículo Alcohol consumption and mortality among middle-aged and elderly U.S. Adults, con una participación de casi medio millón de personas en Estados Unidos. En él se concluía que en población adulta el consumo moderado de alcohol reducía ligeramente la mortalidad global.
Creo que no hace falta que le dedique más de un párrafo a valorar la importancia de la industria del alcohol en muchos países vinícolas que han usado de estandarte el vino y la cerveza como sinónimo y parte inherente de la dieta mediterránea. Como ya he dicho en muchas otras ocasiones, “Hemos recomendado el alcohol por encima de nuestras posibilidades“.
Bases científicas de vino y salud
Por supuesto la base y el respaldo científico existe, estos argumentos se basan en que el vino posee algunas sustancias bioactivas que pueden actuar como protectores clave a la hora de desarrollar factores de riesgo cardiovascular, como la aterosclerosis. Algunos de estos efectos se han atribuido a mecanismos de señalización celular, interacciones a nivel genómico, modificaciones bioquímicas de los componentes celulares y plasmáticos.
¿Los responsables? El propio alcohol, el resveratrol u otros polifenoles que pueden mejorar el flujo sanguíneo e inhibir la oxidación de las lipoproteínas, previniendo así placas de ateroma. También se propone que estos componentes pueden aumentar la biodisponibilidad del óxido nítrico y mejorar así la vasodilatación sanguínea, disminuir la viscosidad de la sangre , mejorar la sensibilidad a la insulina, contrarrestar o inhibir la hiperactividad de las plaquetas o disminuir los factores de coagulación. Es decir, hipótesis a patadas. Pero de ahí a que los efectos de nuestra salud sean atribuidos al consumo del vino hay un gran trecho.
Afortunadamente para esta bebida alcohólica, la paradoja se mantiene en muchos estudios incluso después del ajuste de otros factores de riesgo o variables que puedan influir. ¿Qué quiere decir esto? Que el efecto del vino se mantiene aún después de tener en cuenta algunos factores que puedan influir, como el sexo, la edad, el nivel socio-económico, etc…
Ahora viene la pregunta del millón:
¿Pero hasta qué punto se pueden controlar todas las variables para atribuir los cambios en la mortalidad al consumo de una sola bebida QUE ADEMÁS SE TOMA DE FORMA MODERADA?
Y si encima los estudios son observacionales la cosa se pone aún más difícil para que el vino sea el responsable de todo.
A pesar de que se puedan controlar algunas variables como “Ingresos familiares” o “Nivel socio-económico” se nos van a escapar muchas otras que influirán en gran medida en los efectos finales, en este caso la mortalidad.
El patrón de consumo de alcohol es variado, y especialmente heterogéneo por edad o por nivel socio-económico, pasa como con la obesidad, cada vez más desligada a los ingresos familiares llegandose a considerar casi una enfermedad de pobres con la consiguiente doble morbi-mortalidad. (En los países en desarrollo están viviendo cerca de 35 millones de niños con sobrepeso, mientras que en los países desarrollados esa cifra es de 8 millones)
¿A qué me refiero con que se nos escapan cosas? Es muy importante considerar que correlación no implica causalidad, el hecho de que dos variables estén relacionadas no tiene que implicar que una sea causa de otra.
1: Las variables pueden ser completamente independientes, como es el siguiente caso:
“A menor número de piratas más se calienta el planeta”
En este ejemplo tan recurrido en el mundo del escepticismo una persona podría entender que “A menor número de piratas mayor temperatura tiene el planeta”.
Obviamente las variables son independientes, y el hecho de que hayan evolucionado en el tiempo de manera opuesta y proporcional no indica que una influya en la otra.
2: Hay una relación espuria: La variable que parece explicarlo, se comparta al igual que otra variable que es la que realmente lo explica. Un buen ejemplo sería “La presencia de palomas en una ciudad da buena suerte para tener hijos”
En este caso ambas variables están relacionadas, pero no porque una sea consecuencia de la otra, sino porque están explicadas por una tercera variable, en este caso “el tamaño de la ciudad”. Cuanto mayor es una ciudad suele tener más parques, también hospitales. El hecho de tener parques provoca tener palomas, el hospital condiciona tener nacimientos.
En este post sobre ¿Cómo interpretar correctamente los efectos del café en la salud? hay otro buen ejemplo:
“La gente que viste con traje y corbata vive más años”. Todos estaríamos de acuerdo en que esta relación es probablemente cierta, pero esas personas no viven más gracias a estas prendas de vestir, sino a su calidad de vida.
Considerando esto hasta aquí creo que es fácil entrever que el consumo de vino no puede ser la única causa que determine la prevención de la mortalidad por muchas variables que se hayan controlado.
Voy a inventar un ejemplo con datos ficticios para hacerlo más entendible, aquí tenemos unos datos sobre consumo de alcohol y nivel de ingresos.
Estos datos que invento (y por eso no pongo unidades) nos muestran por qué es importante controlar la variable “Nivel de ingresos” si queremos estudiar el consumo de alcohol, ya que no todos los grupos beben igual. Sabiendo esto de antemano, si se nos presentasen los datos de la paradoja francesa podríamos criticarlos fácilmente.
Cualquier persona con mínimos conocimientos de epidemiología podrá esgrimir fácilmente argumentos como “Es probable que las personas que beban moderadamente tengan suficientes ingresos para comprar alcohol y por tanto no estén en situación de pobreza” “Es probable que las personas que beban moderadamente no tengan por tanto otras enfermedades asociadas y por tanto tampoco riesgo de morir” o “Es probable que las personas que beben moderadamente son jóvenes y por tanto con mayor esperanza de vida…” Estos son los motivos de por qué se controlan las variables.
En el cuadro que hay a continuación se puede ver claramente como se relaciona el consumo moderado con la mortalidad.
Esas variables hay que tenerlas en cuenta, y es imprescindible que en un estudio que pretende correlacionar un consumo con un estado de salud lo haga de esa manera. Pero… ¿y aún así? Y si se controlasen la edad, el nivel socioeconómico, las patologías… 20 variables más, ¿cuántas nos dejaríamos en el tintero que pueden explicar en mayor medida la disminución de la mortalidad?
Muchas veces en nutrición nos encontramos con la frase “Las personas que beben más agua están más delgadas”. Esto es simple descripción, rápidamente un Dietista-Nutricionista te podrá decir “Los ancianos beben menos agua y también tienen gran tasa de sobrepeso y obesidad” o “La gente que bebe más agua puede estar más concienciada con la importancia de la salud”, variables que realmente pueden enmascarar el verdadero motivo.
En el caso de la paradoja francesa pueden surgir las siguientes:
¿Y si el consumo moderado está asociado a un ocio activo y social? ¿No puede ser sinónimo de conocer a más gente? ¿No puede ser sinónimo de tener más relaciones sociales o salud mental? ¿No puede ser sinónimo de que es una persona que en general toma decisiones moderadas?
Y como última pregunta que lanzo al aire y creo fundamental:
¿Y si las personas que beben alcohol moderadamente son las más sanas porque están preocupadas por su salud, y han escuchado que hacer eso es precisamente lo correcto?
Disfrutar del consumo ocasional de alcohol dentro de un estilo de vida saludable es muy diferente a promover el consumo moderado de alcohol en la población. Promoverlo es un mensaje equívoco, ambiguo y peligroso. Yo disfruto de mis cañas, pero me preocupo de transmitir las consecuencias mucho mejor que como se ha hecho desde hace años a nivel promocional.
Esta es el imagen errónea que se ha mandado a la población
El alcohol es teratogénico, neurotóxico, adictivo, inmunosupresor, perjudicial para el sistema cardiovascular, carcinogénico y aumenta el riesgo de muerte.
Ah, se me olvidaba: “Un plato de verduras es bueno para la salud”, “Un trocito de queso es bueno para la salud”, “Un corte de jamón es bueno para la salud”, “Un vaso de leche es bueno para la salud”… No hace falta que siga
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