quinta-feira, 9 de janeiro de 2014

Colômbia: La revolución de los fitomedicamentos

Una empresa de base tecnológica, gestada por el grupo de Inmunobiología y Biología Celular de la Pontificia Universidad Javeriana, se prepara para producir medicamentos para el tratamiento del cáncer a partir de extractos de plantas medicinales.

Por Vanessa Molina Medina

Dividivi, tara, quebrancho, huarango, guasango o guaranga. Estos son algunos de los nombres con los que se conoce popularmente a la Caesalpinia Spinosa, un árbol que crece en la región andina colombiana, al que se le han dado tantos usos medicinales como nombres. Desde el periodo prehispánico, esta planta ha sido usada por las comunidades en el tratamiento casero de amigdalitis, sinusitis y bronquitis, entre otras afecciones, debido a sus cualidades como antiinflamatorio, astringente y desinfectante.

Lo que pocos saben es que este tesoro verde, a cuya decocción se le han atribuido muchos beneficios para la salud de generaciones de pobladores de las regiones de Cundinamarca y Boyacá, encierra una riqueza aún mayor en su composición química: hay evidencias de la actividad antitumoral de los frutos del Dividivi y de la función inmunomoduladora de un polisacárido obtenido de sus semillas, llamado Galactomanano.

Esto quiere decir que algunos componentes del Dividivi podrían emplearse como base para el desarrollo de medicamentos contra el cáncer que, además de atacar las células cancerígenas, reducirían la ocurrencia de metástasis y motivarían una respuesta positiva del sistema inmunológico de los pacientes.

La doctora Susana Fiorentino y el grupo de Inmunobiología y Biología Celular de la Pontificia Universidad Javeriana son los responsables de este hallazgo, que no es el primero en su lista de logros, desde cuando se dieron a la tarea de buscar productos naturales antitumorales o inmunomoduladores a partir de plantas colombianas, para producir fitomedicamentos (como se denominan los fármacos cuya base es una planta) para el tratamiento del cáncer.

Antes de explorar el Dividivi, el grupo ya había analizado la actividad de las fracciones moleculares que componen el Anamú, (otra planta típica que se cultiva en Cundinamarca) de la que también obtuvieron resultados satisfactorios al comprobar su impacto sobre células tumorosas de cáncer de mama y leucemia. Con base en estos hallazgos, se inscribieron dos patentes, una nacional y otra internacional, que actualmente avanzan en su trámite. Ahora, dados los resultados con el Dividivi, se tienen dos proyectos de patente que se radicarán tan pronto se tengan los permisos oficiales, solicitados ante el Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Territorial.

La magnitud que ha alcanzado el trabajo adelantado por la doctora Fiorentino y su equipo, demanda la constitución de una estructura más amplia, distinta al grupo de investigación. Además, la Universidad Javeriana, desde la Vicerrectoría Académica y sus oficinas jurídica y administrativa, dio vía libre al proyecto que le permitiría al país escribir un nuevo capítulo en materia científica. “En Colombia tenemos los equipos, el apoyo de una de las mejores universidades del país, los científicos, las plantas medicinales, los agricultores que las siembran, es decir, tenemos toda la cadena de valor”, señala Fiorentino, para quien lo único que falta es articular cada una de esas piezas.

Una spin off para la producción de fitomedicamentos

Para cumplir con el objetivo de iniciar la producción y comercialización de fitomedicamentos, el grupo de Inmunobiología y Biología Celular propuso que la Universidad Javeriana, en conjunto con los investigadores e inversionistas interesados, constituya una empresa de base tecnológica, que tenga a los investigadores como socios y se convierta en una estructura nueva y productiva dedicada a la investigación y el desarrollo. Una suerte de spin off, como se les conoce en el mundo a este tipo de estructuras. La más conocida es el prestigioso Silicon Valley, que se gestó desde las universidades de Stanford y Berkeley, en Estados Unidos y que dio lugar a la creación de firmas como Hewlett Packard y Apple.

Para este caso de la creación de una spin off para la producción de fitomedicamentos, resta conseguir el capital de riesgo que puede ser aportado por cualquier persona natural o jurídica decidida a invertir en el desarrollo de la ciencia y el país.

Como explica la doctora Fiorentino, del mismo modo como las personas con recursos deciden comprar acciones de un banco, o las empresas optan por tener su portafolio de inversiones en TES, también existe la opción de invertir en un proyecto científico y tecnológico, que aunque implica un nivel de riesgo más alto que el de las inversiones tradicionales, es una opción muy atractiva, si se tiene en cuenta que a mayor riesgo, mayores oportunidades de ganancia. Pero además de los beneficios que se puedan obtener en materia de rentabilidad, el valor de esta inversión radica en el aporte que se hace al desarrollo del país.

Se estima que para iniciar la empresa se requiere un millón de dólares y que, al cabo de tres años, la spin off alcanzaría el punto de equilibrio.

No obstante, mientras se concreta la participación de inversionistas y se ultiman detalles de la constitución de la empresa, el proyecto avanza y se consolida con base en mayores evidencias científicas. Actualmente, el equipo está a la espera de la aprobación de un proyecto que presentó al Programa de Innovación y Desarrollo de Colciencias, con el cual se logrará la articulación de la cadena productiva de los fitomedicamentos.

Este proyecto se estructuró en torno a tres ejes: el primero, la obtención de las plantas, que involucra a los campesinos a través de capacitación y hace énfasis en las buenas prácticas de colecta silvestre, así como en la promoción del cultivo de las plantas de interés y en la generación de beneficios económicos para las comunidades implicadas. El segundo, el estudio y desarrollo de métodos biotecnológicos que permitan la propagación de las plantas en el laboratorio y así poder contar con material vegetal controlado. Y el tercero, la producción y estandarización de los medicamentos.

Frente a cada uno de estos ejes hay distintos avances, según explica la doctora Fiorentino. “Estamos trabajando con el Centro Agrícola de Investigación y Desarrollo en la propagación de las plantas en vivero y en la siembra de los primeros mil ejemplares de Caesalpinia Spinosa. Un socio estratégico es Labfarve, laboratorio que cuenta con los mecanismos para comercializar e introducir los fitomedicamentos en el Plan Obligatorio de Salud; por otro lado, en el proceso general del proyecto hemos contado con la estrecha colaboración de la Universidad Juan N. Corpas, que será parte del desarrollo futuro de la spin off”.

Los fitomedicamentos y el tratamiento del cáncer

En el mercado ya existen fitomedicamentos como los que busca empezar a producir este equipo. Posiblemente uno de los más conocidos es el extracto del Castaño de Indias, con el que se producen cápsulas para el tratamiento de la deficiencia venosa. También, desde el año pasado, se vende al público un extracto de té verde en crema, que se usa para el tratamiento del papiloma genital externo.

Según explica la doctora Fiorentino, una de las principales diferencias entre los fitomedicamentos y los fármacos tradicionales, es que mientras estos últimos tienen una sola molécula, los medicamentos que se producen de plantas o hierbas se generan a partir de fracciones compuestas de varias moléculas, en las cuales hay una o dos responsables de toda la actividad y otras que actúan como adyuvantes. Particularmente, en el tratamiento del cáncer, los fitomedicamentos se pueden empezar a usar como coadyuvantes de la terapia tradicional, lo cual permitiría que, con el paso del tiempo, sea posible disminuir las dosis de los fármacos tradicionales, y en esa medida, baje el costo de los tratamientos.

Esto tendría un impacto importante si se tiene en cuenta que, según la Organización Mundial de la Salud, el número de casos de cáncer en el mundo tiende a aumentar, al mismo tiempo que la enfermedad se consolida como la segunda causa de muerte en países desarrollados y, cada vez más, en países de ingresos medios de Suramérica y Asia. Colombia no es ajena a esa problemática y, según cifras del DANE, en 2008, el cáncer de estómago y el de bronquios y pulmón fueron la sexta y la octava causa de defunción en el país, respectivamente. Cerca de 8.382 personas perdieron la vida ese año por cuenta de estos dos tipos de la enfermedad.

En este contexto, la investigación que adelantan la doctora Fiorentino y su equipo adquiere relevancia, no sólo por su potencial en el tratamiento del cáncer y los beneficios que se pueden generar en la calidad de vida de quienes padecen esta enfermedad, sino por sus alcances dentro del contexto científico nacional.


Para leer más+
Fiorentino, S.; Rueda, N.; Gutiérrez, M. (1994). La inmunología en el diagnóstico clínico. Texto y Manuales. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 1994.
+Fiorentino, S.; Barreto, A.; Castañeda, D.; Cifuentes, C. (2007). “Anti-tumor response and heat shock proteins (HSP): a friend or foe relationship?”. En: Heat shock proteins: potent mediators of inflammation and immunity. Asea, A.; De Maio, A. Dordrechet: Springer, 2007.

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